Otra semana en San Luis

Las películas del autobús fueron esas gringas de acción a cincuenta planos por minuto o ñoñas. Preferí sumergirme en la inagotable belleza del paisaje y sus cambios de luz.

La ciudad me vuelve a cautivar con esa mezcla de majestuosidad y sencillez. Algún alimento me sentó pésimo y todavía hoy domingo ando con agüita de limón, malestares que te devuelven al mundo. Tuve una fructífera cena con José Manuel, sobre posibilidades del archivo de Alejandro Aura y reedición del libro “Fuentes” en su editorial Obra negra. Cené también con Juan Carlos, otro extranjero no integrado, hablamos de futuro. Al otro lado del teléfono Arantza, siempre Arantza. El examen de Ángeles. Escribí y escribí. Me reencontré con el potencial de Angélica y el caos imprevisible mexicano. Fui al mercado, paseé por la calle Cinco de Mayo, tomé el 17, estuve en el Centro de las Artes, entré en las tiendas de artesanías, caminé por la Calzada de Guadalupe repasando el último poema memorizado, que me hace compañía:

Yo:

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para que yo sepa que al otro lado hay alguien