Por vez primera el año pasado asistí a la exhuberancia de las jacarandas en la Ciudad de México. Nadie me lo había contado, supongo que para los citadinos es costumbre no sorpresa. Donde había un tímido árbol aparecía de la noche a la mañana una locura de florecillas moradas. Las jacarandas ya comienzan a distinguirse por toda la ciudad, abandonan su anonimato con su profusión violácea, descubro así que una buena parte de los árboles que rodean a La Cibeles mexicana lo son. Llueve torrencialmente, casi oscurece, y Eduardo y yo dentro del coche vemos como la diosa permanece impasible. Otra despedida más. Es domingo... de lo que pasó en la semana, eso que se derrite como el hielo o que se desvanece como las sombras cuando llega la noche, eso quiero pegar con alfileres en este blog ..
Jacarandas
Por vez primera el año pasado asistí a la exhuberancia de las jacarandas en la Ciudad de México. Nadie me lo había contado, supongo que para los citadinos es costumbre no sorpresa. Donde había un tímido árbol aparecía de la noche a la mañana una locura de florecillas moradas. Las jacarandas ya comienzan a distinguirse por toda la ciudad, abandonan su anonimato con su profusión violácea, descubro así que una buena parte de los árboles que rodean a La Cibeles mexicana lo son. Llueve torrencialmente, casi oscurece, y Eduardo y yo dentro del coche vemos como la diosa permanece impasible. Otra despedida más. Es domingo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)



No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para que yo sepa que al otro lado hay alguien