Gomorra de Roberto Saviano

Llevo un par de meses leyendo este libro. Cuando se trata de un libro para la Tertulia 90 lagartos tengo la costumbre de leerlo dos veces, y más aún si se trata del propuesto por mí. Explicar mis motivos para la elegirlo y los sabores que me ha producido su lectura. Me sentí incomprendida pues diría que a nadie le entusiasmó, ni un poquito. Yo que deseaba saber a través de sus ojos que es lo que veían los míos no obtuve respuestas. Fue muy interesante como todas las tertulias en las que se producen divergencias. Elegí el último turno de palabra y leí el texto que había preparado. Creo que este párrafo contiene la piedra angular de mi lectura: “Su prosa ágil, rápida, veloz, con frases cortas y palabras sencillas se van tatuando en la piel de la conciencia. Y utiliza un recurso, que yo marco como el más importante: la prosopopeya; da a las cosas inanimadas o abstractas característica de lo animado, da vida a el texto”.
Encuentro en la prosa de Roberto Saviano una magia que me hace volar, una intensidad de imágenes que me permite leer una historia muy conocida, a la que aporta datos muy actuales, la de la mafia italiana. Por supuesto, la historia y la valentía del autor me seducen tanto como la fuerza de su prosa.

(214) Don Peppino excavó un camino en la corteza de la palabra, extrajo de las canteras de la sintaxis la potencia que la palabra pública, pronunciada claramente, todavía podía conceder. No tenía la indolencia intelectual de quien cree que la palabra ya ha agotado todos sus recursos y que solo es capaz de llenar el espacio existente entre un tímpano y el otro…. Don Peppino buscaba una palabra necesaria como el cubo de agua sobre las brasas ardientes.

(250) Casal di Principe a la sombra de los medios….. Aquí todo lo que haces permanece en el perímetro de los espacios restringidos, en el ámbito de unos pocos. Y creo que es precisamente en esta soledad donde se forja lo que se podría denominar coraje, una especie de panoplia en la que no piensas, sino que llevas encima sin darte cuenta.
Te deshojan lentamente. Una hoja cada día, hasta que te encuentras desnudo y solo, creyendo que estás luchando contra algo que no existe, que es un delirio de tu cerebro … y la soledad te arrastra de los pelos. Y ese es un estado de ánimo que aquí no te puedes permitir.
Debes encontrar algo que haga funcionar el estómago del alma para seguir adelante: Cristo, Buda, moral, orgullo.... No un gancho en que colgarse. Más bien una raíz bajo tierra, inalcanzable…., tu compromiso, que tiene el sabor de la locura y la obsesión.

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