Ser junco con el yoga

El cuerpo adolorido es la señal más clara de que retomé, después de dos años, mis clases de yoga. Ahora que estoy más organizada en mis ires y venires puedo de nuevo comenzar las rutinas que me han ayudado a aligerar el peso de la vida. El taichi es una práctica que puedo hacer diariamente, esté donde esté, mi cabeza y mi cuerpo se asocian sin problema para comenzar esa coreografía del chi. Pero, eso no me sucede con el yoga, necesito que me den la clase, en un espacio adecuado, con la alfombrita y la música y ... Y, por qué yoga, me pregunto yo también, porque me devuelve la flexibilidad, imprescindible para caminar por la vida, para que los golpes me doblen y no me quiebren, esto lo aprendí en una película que me dejó huella hace años “Los juncos salvajes” (1994, André Téchiné).

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