Del lunes, el polvo acumulado en la planta que no llenaba el amplío recibidor y en el fotógrafo diminuto, arrugado que me tomó las fotos para migración (FM3), diría que hasta telarañas cubrían el descomunal escenario en el que me iluminó con focos.
Del martes, la apetecida llegada de Gema y una conversación telepática con Ángeles Franco.
Del miércoles, la compra del mes en un híper-súper-mercado, tamaños y cantidades de los productos y del espacio que no se usan en España.
Del jueves, mi peluquero italiano que entiende mi pelo europeo y horas de aeropuerto olvidadas en cuanto vi la exposición de Eduardo Terrazas.
Del viernes, unos camarones a la roca, que son lo que quiero comer el día antes de morirme.
Del sábado, la intensidad real del alzheimer y la intensidad de la película “En el cielo”.
Del domingo, la franca risa de Italia (Laura), geóloga enamorada de los volcanes.
Del martes, la apetecida llegada de Gema y una conversación telepática con Ángeles Franco.
Del miércoles, la compra del mes en un híper-súper-mercado, tamaños y cantidades de los productos y del espacio que no se usan en España.
Del jueves, mi peluquero italiano que entiende mi pelo europeo y horas de aeropuerto olvidadas en cuanto vi la exposición de Eduardo Terrazas.
Del viernes, unos camarones a la roca, que son lo que quiero comer el día antes de morirme.
Del sábado, la intensidad real del alzheimer y la intensidad de la película “En el cielo”.
Del domingo, la franca risa de Italia (Laura), geóloga enamorada de los volcanes.
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