La importancia de llamarse Ernesto y otras personas

Entre los hábitos que estoy recuperando está el cine, ya sea en el cine, ya sea en casa. Tengo estas semanas una promoción especial en mi vídeo club, el vídeo club del barrio, locales en peligro de extinción: Ficciones. La promoción consiste en que puedo llevarme dos películas por el precio de una, siempre y cuando sean de catálogo, lo cual quiere decir que no sean estrenos. Es perfecto, porque justamente mi deseo es ver lo que no he visto en estos dos años de paréntesis.
Esta semana vi La importancia de llamarse Ernesto disfruté una vez más de la genialidad de Oscar Wilde, del cine inglés y de sus excelentes actuaciones.

También estoy dedicando tiempo a ver a otras personas, esos que solemos llamar amigos. El miércoles estuve con Alejandro Gándara, a quien llamo mi maestro, porque ha aparecido en mi vida como un faro en la noche para un marinero perdido. Fui a verle para varias cosas que se fueron acumulando. Que me dedicara su último libro "Las puertas de la noche", he leído casi toda su producción y es el primer libro que le pido que me dedique. Agradecerle que se haya cruzado en mi camino, que luego la gente se muere y te quedas con ganas de haberle dicho ciertas cosas. Quería también invitarle a nuestra tertulia literaria: 90lagartos, pues ya cumplimos veinte años y no está mal recordar que nuestro origen es la Escuela de Letras, que el fundó, con Juan Carlos Suñén y Constantino Bértolo. Hubo algo más que me atreví a pedirle, pero eso ya lo contaré. Miércoles.
El viernes vi a José Luis Valencia, mi tutor de Grado, mi tutor de Máster, mi tutor para el congreso SMTDA en Lisboa. En fin, mi tutor, con quien trabajo con tanto gusto.
El mismo viernes comí con Mónica Goros, compañera del Máster, y alguien a tener cerca el mayor tiempo posible. Tiene que ver con eso que llamamos empatía, o como dijo Esther Seligson en una ocasión, quizá nos conocimos en una vida pasada.

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