Con vestido y con estrellas

Intento arrancar pero me disperso con Carlos Cano, veis que raramente hablo de música en este blog, pues habitualmente me muevo con silencio, al menos silencio externo, porque dentro el runrún es constante, aunque con los años más armónico. He acabado de estudiar, es decir, he llegado a un punto y aparte. Me he puesto a ordenar, y para ordenar me gusta la música así que he buscado el disco de Carlos Cano y he encendido el ya obsoleto tocadiscos. Cada treinta minutos hay que darle la vuelta al LP. Cuando he dado por acabada la tarea, la luz me ha susurrado que todavía quedaba tiempo, así, indeterminado, antes de la noche. He encendido el ordenador. El llanto desconsolado de un bebé ascendia de la calle ("que cojan a ese bebé, esta chipil" diría Alejandro). He buscado más Carlos Cano en internet. He descargado las fotos de la última semana. Me he preparado un gin tonic. La luz ya se esfumó, antes de que una palabra saliera de mis dedos. 

Tenía apuntes de lo que sería este blog: llevar vestido más inusual que escuchar música despierta miradas, elegir la nueva lectura después de la fracasada de "El inocente" de D'annuzio, "El vuelo del sol y la luna" onírica obra para bebés de Acoyani con Susana, el desgaste de los lapiceros, y de como un nombre plano pasa a ser una historia con volumen: de Hugo Victalde. Y todo ello, tan interesante, tan intenso, tan profundo, todo se desvanece al acabar la semana, todo se desvanece como la luz, todo se desvanece en el vaivén del alcohol.

Todo menos Carlos Cano, que suena como si fuera la música del firmamento, con letras en las que siempre descubro algo más, una vuelta de tuerca a la realidad que critica, una metáfora perfecta, una frase prodigiosa. Aparece bajo el título "Doce años de ausencia" un programa de Jesús Quintero, un homenaje, la última entrevista poco antes de morir. Se murió pero aquí sigue como tantos muertos, afortunadamente para los que nos quedamos, nos siguen haciendo compañía, enseñando lo que todavía nos falta.

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