Un encuentro casual

Caminando por la colonia Roma encontré a Cantinflas. Me hizo pensar, recordar, estos otros dos encuentros: a los cuatro años mis hermanas me llevaron al cine a ver una de sus películas, caigo en la cuenta de que fue mi primer contacto con México; y recientemente Gema (mexicana en Madrid) me convenció para que viera una de sus primeras películas, realmente buena. Se preguntaba ella el porqué del éxito de Cantinflas en España, algo tan, tan mexicano y yo no le supe dar respuesta. Sé que no podría defenderlo ni atacarlo como tantas cosas que forman parte de la infancia, que se quedan pegadas a la piel y crecen con uno.

Y este encuentro también me hizo reflexionar sobre la vida de las estatuas, supongo que porque leí “El príncipe feliz” de Wilde, creo que las almas de los personajes representados las habitan. Por eso me da siempre tanta pena García Lorca en mitad de la nada de la plaza de Santa Ana y, en cambio, me agrada la dulce y discreta paz que tiene Valle Inclán protegido por los árboles del paseo de Recoletos. Cantinflas me parece que sufre con la desproporción, con la ubicación en mitad de una acera, de espaldas al hospital, a los paseantes, mirando eternamente el tráfico pesado de la calle Álvaro Obregón.

1 comentario:

Adolfo dijo...

No te preocupes, hermana, ya les hecho yo la bronca a tus otras!... ¡Cómo se les ocurre! Y eso no me lo habían contando por que tú eras victima, pero ellas, a su edad!

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