Estoy en San Luis Potosí. Como ya no estoy tan sola, y toda mi atención estaba dedicada al evento del sábado, me doy cuenta de que la ciudad no se hace tan presente como antaño.
Pero siempre hay pequeñas cosas que registro: el conductor del autobús se persignó ¡tres veces seguidas!, y es que recorre una calle con una iglesia tras otra, me extrañó quizá especialmente el verbo que hace años que ni pronuncio ni escucho.
Estuve en un plató de televisión, tocó el Trío Huasteco Ruiseñor, uno se llamaba Secundino, por un tío de su abuela que era de Madrid (me contó), el otro Faustino y el otro Ezequiel, me sentía como en familia.
Fotografié este cartel, esos peculiares mensajes que se dan unos potosinos a otros. Y quieras o no quieras las nubes y sus cielos.
Pero siempre hay pequeñas cosas que registro: el conductor del autobús se persignó ¡tres veces seguidas!, y es que recorre una calle con una iglesia tras otra, me extrañó quizá especialmente el verbo que hace años que ni pronuncio ni escucho.
Estuve en un plató de televisión, tocó el Trío Huasteco Ruiseñor, uno se llamaba Secundino, por un tío de su abuela que era de Madrid (me contó), el otro Faustino y el otro Ezequiel, me sentía como en familia.
Fotografié este cartel, esos peculiares mensajes que se dan unos potosinos a otros. Y quieras o no quieras las nubes y sus cielos.
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